Camino a terapia, en realidad, no tan camino. La verdad es que no llegué a salir de mi casa. Como cada vez que voy a iniciar cualquier actividad, antes, debo pasar por la heladera para comprobar que sigue tan vacía como la dejé la última vez.
Algunos osan llamarme "vueltero". Vueltero es un perro persiguiendo su cola, es mi amiga eligiendo que ponerse, es el borracho del barrio que se cree perinola, da un par de giros, grita 'toman todos' y vacía su cartón de vino Toro.
Yo no soy vueltero, soy constante. Constantemente hago cosas sin sentido ni razón aparente que me distraen del objetivo que tenía. Así, tareas que deberían ocuparme pocos minutos, están pendientes desde mis 15 años. Como madurar, por ejemplo.
Heladera. No esquivemos el tema. Pensar en la heladera y en los tres años de ausencia, generan una combinación por demás interesante. Siempre odié tirar la comida. Y hago bien, porque en esta oportunidad me permitió corroborar uno de los misterios mas misteriosos de la misteriosidad. La creación de la vida.
Crear vida es tan sencillo como dejar una fuente pequeña con algo de comida durante un par de meses en la heladera. A la gente común puede sucederle. Al cabo de un tiempo, se encontrarán con algo lleno de hongitos vivientes de colores.
¿Que pasaría si no hablamos de gente común? ¿Si en lugar de unos meses hablamos de tres años?. Te cuento. Lo que encontrás se pudrió tanto, y evolucionó tanto, que llegas a dilucidar pequeñas personitas, con sus propias pequeñas casas, que contienen sus pequeñas heladeras, en donde también olvidaron sus pequeñas fuentes con comida por meses. Todo es tan claro. ¡Mamushka!. El universo es una gran Mamushka de fuentes olvidadas.
Es innegable, Dios existe, pero ya no como quien todo lo ve y lo protege, al contrario, somos su fuente olvidada en la heladera.
¿Ahora quien me niega que la historia de Noe no trata de Dios lavando la fuente?