miércoles, 6 de junio de 2012

Pasa en las películas, pasa en la vida, pasa en tnt

     Hace algunos años sumé a mi vida uno de los mas lindos hábitos existentes, ver películas. Mi personalidad y mente abierta (o mi falta de personalidad y gustos indefinidos) me permiten disfrutar de la mas amplia variedad. Desde "El rey león" hasta "El Exorcista", desde "Cowboys y Aliens" hasta "Sexto Sentido", desde Axel Kuschevatzky hasta Virgina Lagos.

     El cine inspira, conmueve, completa, emociona, transforma y por eso, me dejo llevar cada vez. Tal como un niño que termina de ver su película de ninjas y patea cuanto objeto o persona se ponga en su camino, me sucedió un episodio similar, solo que no tan violento, por el contrario.


     A menudo, mas menudo de lo que me gustaría, sucumbo ante esa variedad de filmaciones para ver sin rimel, esas Comedias Románticas que, como antes decía, tanto nos emocionan e inspiran a proezas y estupideces magnificas.

     Los créditos no habían empezado aun y mi cuerpo ya deseaba saltar del sillón y correr. Sucedía la gran escena final en la que el protagonista arrepentido de sus grandes errores cometidos durante la hora y media pasada de película, dejaba repentinamente la escena en la que se encontraba para literalmente correr al encuentro de ese verdadero amor que tan tontamente había dejado ir. No había vuelta atrás, quería convertirme en ese protagonista.

Rápidamente busque mi casette con el tema romántico para la situación, >>  me puse mis auriculares y empecé a correr.

     Luego de media cuadra de correr y ya sin aire, noté que la duración del tema no era suficiente para llegar a mi destino corriendo, ¿como es que en las películas si lo era?, no tenía tiempo de pensarlo. Extendí mi brazo y detuve al primer taxi que paso delante mio.

     No podía simplemente darle una dirección, quitaría adrenalina a la situación y des-inspiraría al protagonista, a mi. Así que solo esperé parado junto al vehículo con la puerta abierta a que algún auto que se dirigiera en la dirección precisa pase cerca y salté sobré el asiento trasero diciendo: ¡siga ese auto!. Claramente el auto que seguíamos no se dirigía al mismo destino, por lo que cada cierta cantidad de cuadras debía gritar: ¡ahora siga ese auto! / ¡ahora aquel auto! y a veces mas especifico: ¡siga el escarabajo verde! (seguido de una piñita en el brazo y un "¡poncho cierro!").

     Casi en el final del tema, donde los decibeles bajan y el ritmo se hace mas lento y romántico, llegué a mi destino, bajé del taxi y me fui sin pagar, como en las películas, golpee la puerta de su apartamento (el timbre es poco romántico), y esperé ansioso.

     La puerta se abrió lentamente, ahí estaba ella, tan hermosa y radiante como la última vez que la había mandado a cagar. Sonreí y sin vacilar di el mas cursi y sincero discurso de amor que podría haber dado y finalice con un: -Fui un tonto, nunca te tendría que haber dejado.-
Ella se sonrío como quien se conmueve por un pequeño niño y dijo:
-Yo te dejé a vos, y estuve fantástica. Llamaron de Taxicoop, dicen que debes $32.40, les pasé la dirección de tu casa.-