Es simple, simple… Un día suena el despertador con las mismas ganas incansables de siempre, a manotazos lo apagas como se puede, te levantas de la cama casi tan perezoso como siempre. Nada parece alterar la rutina. Te lavas los dientes, la cara, ¿te peinas? (jajaja no no, yo no). Vas al calendario en la cocina para tachar un día mas pero OHHH!!! Descubrís con asombro y quedas casi perplejo con el descubrimiento de que ¡hoy es el día de tu cumpleaños!. Una leve pero inevitable sonrisa se dibuja. Vas a desayunar pero descubrís que no hay nada para comer.
Totalmente inocente y desconociendo por completo la consecuencia de tu decisión decidís ir a la panadería a comprar algo rico, te lo mereces, es tu cumpleaños.
Llegas a la panadería, poca gente, una señora con su nene, un hombre mayor y las panaderas de siempre. Te ve entrar la dueña y dice: ¡Feliz Cumpleaños!. Por supuesto, ¡si que sabía!. Tu mamá ya había contado de tu cumpleaños hace días, además de contarle como naciste, como aprendiste a andar en bici, a que médico orinaste en la cara y mostrarle tu foto desnudo en la bañadera. Si, son cosas que pasan a menudo. Medio sonrojado y sonriendo agradeces y a la vez a los demás clientes que al enterarse la noticia también te desean un día feliz.
Entonces ocurre lo inesperado, bajas la mirada hacia los ojos del pequeño. No tenía más de 10 años y creo que exagero de grande. El intrépido purrete frunce el ceño, achina los ojos y arquea los brazos a punto de desenfundar. Tu cara permanece inmutable con la misma sonrisa e inocencia como quien quiere agradarle a un niño. En eso el “cortito” prepara el terreno para su asalto y pregunta: ¿Cuántos años cumplís?. Satisfecho de lo que pensás es una corta edad contestás: 22 años. El enano pierde su postura, abre sorprendido los ojos tanto como puede y su cara muestra tan expresivamente como existe el asombro y lo atónito que estaba. Mientras tanto ejecutaba la sentencia: ¡WOOOOW! ¡¡22 años!!... ¡ya tuviste muchísimo tiempo para ser FELIZ!.
Entre las sonrisas cómplices e inconcientes de lo que acababan de escuchar de los mayores presentes y la vaga explicación de la madre de que el comentario era por algo que la maestra les estaba enseñando, das una respetuosa media vuelta y decidís volver a dormir…