6:40 AM: El colectivo tardo menos de lo esperado. A lo lejos se divisa que viene con mucha (realmente mucha) gente a bordo. Al parecer venia recogiendo la mayoría de los ciudadanos que habían salido de los bares a la hora de cierre. Con un movimiento de su cartera de brillos y lentejuelas un@ de sus nuevas amig@s detiene el transporte. Por caballerosidad nuestro sujeto amigo deja pasar a todos los que esperan sin tener ni la mínima idea, de que su decisión lo llevaba derecho a ser el único que quede debajo, al grito de: -Acá ya no puedo subir más nadie, tomate el que sigue pibe.-. Sus venas comienzan a hincharse sobrenaturalmente. Harto de esperar colectivos decide buscar un taxi, ya sin importarle el gasto, solo llegar a su casa y poder descansar.
6:58 AM: Luego de una caminata por las cuadras adyacentes de unos cuantos e interminables minutos, un taxi se avecina a las pocas cuadras. Con las pocas ganas de vivir que quedan hace señas y se alegra al notar que algo bien le sale cuando ve las luces de stop del vehículo encendiéndose. Iluso.

7:25 AM: Arrinconado ahora contra el lado opuesto del asiento trasero, se ríe para su interior comprobando que es la primera vez que no se queda casi dormido al volver a su casa. Imposible dormirse, ¡quien supiera las consecuencias!. Así y todo aún quedaban tres cuadras por llegar a casa. Tres cuadras sin asfalto y casi recién llovidas, imposible que el viejo Renault avance. El taxista detiene el vehículo, se gira completamente y con una expresión casi de “puchero” dice: -Hubiese sido lindo saber donde vivís, pero el Renolito no pasa por acá, es sensible-.
7:35 AM: Caminó las cuadras que faltaban ya sin importarle el barro que alcanzaba sus pantorrillas. Solo llegar. Llegar, entrar y dormir. Parecía tan sencillo. Hay muchas expresiones, referencias, sinónimos para cuantificar lo mufa que puede llegar a ser una persona, creo que a él le quedan chicas. Parado frente a la puerta de entrada de su domicilio descubre que sus 16 bolsillos incluyendo los del jean, campera, buzo, medias y calzoncillo, son realmente de vicio, porque ninguno contiene las llaves de su casa. El timbre no funciona. Golpear la puerta desaforadamente no es la mejor manera de despertar a nadie. Conclusión: las petuñas del cantero de la entrada son mas cómodas y suaves que el algodón de la almohada.
PD: Despierta con la certeza de ser el primer ciudadano marplatense en cambiar un despertador convencional (de esos que hacen pi pi pi pi pi) por la orinada de un perro callejero y sarnoso.